Esta novela narra un día en el mundo de un cazador de androides que trabaja para el sistema policiaco, dentro de un mundo post apocalíptico de insufrible contaminación terrestre y colonización carente de gloria de otros planetas, deshabitados; probablemente un punto de partida más semejante al futuro del lugar en que vivimos.
Uno de los elementos centrales de tal mundo, es la empatía. Existe un aparato que transporta a la gente a un escenario de sufrimiento, lo llaman el mercerismo y sirve para fomentar la empatía con otros habitantes del planeta. La empatía también es lo que distingue a humanos y androides, estos últimos no la poseen y ello los hace peligrosos, por eso son cazados.
En fin, entre lo que parece la evolución del cristianismo, dilemas bioéticos, una modificación brutal del modo en que concebimos a los animales (ahora son tan intocables como nosotros, buen detalle) y las inconsistencias que siempre nos ofrecen los universos creados en la ciencia ficción (tapadas con la arbitrariedad del cyberpunk) tenemos aquí un libro que a mí me gustó. Interesantísima también la manera de sugerir que la realidad es un consenso, creer es crear.
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